Oí hoy que andaba huido,
refugiado de sus miedos y sus causas,
como huye del amor quien fue amado
y luego herido.
Me dijeron que dejó todo y corrió
hacia un lugar allá lejos,
al fondo a la derecha,
justo antes del abismo,
entre la casa vieja
y el árbol del ahorcado.
Supe que se sentó a sentir el tiempo
pesando entre recuerdos sin pasado
el latir átono del tambor tundido,
el bramar bélico del vibrar valiente.
Y que en cuenco claro incontenido
buscó el reflejo afligido y flagelado,
el fragor furioso del fulgor fallido,
la frondosa frente del final infame.
Y entre cuento y cuento me contaron
que cayó al suelo como cae el ocaso,
como busca el olvido lo olvidado.
Y que en el suelo fue al fin urdido
por miríadas de raíces renacidas
de entre siglos de preguntas sin respuesta.
Madrid, 27 de junio de 2014
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