miércoles, 31 de mayo de 2017

CONDENADOS

CONDENADOS

La cita que te iba a pedir caducó en mis labios
Como se marchita la flor que no se abre
Y deja que el viento del estío
Selle seco sus colores ya invisibles. 
Fue aquella palabra no dicha
Quien cautivó para siempre mi memoria
Y la encerró en la torre más alta
Del castillo en que aún vaga mi espíritu,
Espectro inevitable y desvaído.

Ante tu inmensidad refulgente, frente a tus ojos de esfinge,
Los míos claudicaron, incapaces, indolentes,
Y, como el mortal se postra ante los dioses,
Rehusaron verte entera y huyeron al caer la tarde,
Al abrigo de las sombras.

De entonces aquí todo fue ese momento,
Ese inevitable comprender que soy pasado
Y que el cielo que me estaba prometido
Yo mismo lo inferné sin juramento. 

Pues al cabo al fin hoy he entendido
Que la vida no presente ya no es vida
Y que estamos condenados al olvido.


Madrid, 10 de octubre de 2014

(Finalista del IV Certamen Umbral de Poesía – Valladolid, 2017)


sábado, 13 de mayo de 2017

TAL VEZ MAÑANA

Sé que no lo vais a entender. Sé que vais a pensar que me he vuelto loco o, los más generosos, que la presión ha sido demasiado fuerte y ha podido conmigo. Si no fuerais todos amigos míos, puede que dijerais que soy un caprichoso, un egoísta o simplemente un gilipollas. Tal vez consideréis que se trata de algo pasajero y que no hay de qué preocuparse, pues volveré pronto a entrar en razón. Algunos incluso puede que os digáis que me va a sentar bien, que me ayudará a valorar mejor la suerte que tengo, que podré regresar renacido como el fénix. Sé que en el fondo de cada uno de vosotros, es miedo lo que sentís; miedo empático, sí, pero miedo. Miedo a que tire mi vida por la borda. Miedo a que eso que se llama éxito coja la puerta y se vaya. Miedo a que tantos años de esfuerzo y dedicación, todo ese trabajo empleado en llegar aquí, haya sido al final inútil. Miedo a que me equivoque, sí. Ese miedo.

Pero sé que aún teméis más otra cosa. Sé que lo que os aterra es algo más complejo. Porque a mí también me ha aterrado todos estos años. Sé que lo que más miedo os da es que esté en lo cierto. Que esta locura mía sea la decisión más cuerda. Que renunciar a este mundo de éxitos y agasajos, de confort y de materialidad, sea lo más inteligente que uno puede hacer. Y que todos y cada uno de vosotros lo tengáis igualmente claro. Porque, en definitiva, sé que el miedo con que nos alimentamos desde que somos niños, el miedo a fracasar, es el principal fracaso de nuestras vidas.

Desde luego que, si no fuerais todos amigos míos, si no me conocierais, diríais que soy un imbécil. Y puede que lo sea, pero como diría el poeta, "imbécil soy, mas imbécil enamorado". No, no pongáis esa cara: no tengo ninguna aventura; sigo amando a Montse y ni se me ha pasado por la cabeza -bueno, alguna vez sí, pero como a todos, ¿no?- buscar el sabor del amor en otros lares. De eso ya supe antes de que nos comprometiéramos. Y sabéis que yo cumplo mis promesas.

Así que no os confundáis: mi amor no ha cambiado de dirección ni los 50 que estoy a punto de cumplir han desatado crisis hormonal alguna -o quizá sí, pero no de ese tipo-.

La cuestión es mucho más simple.  La cuestión es que quizá el éxito sea otra cosa. Y que vivir sea lo importante. ¡Qué tontería! Eso está claro. ¿Pero acaso buscar el éxito no es vivir? Pues depende de lo que estemos dispuestos a entregar a cambio. De que sólo arriesguemos para llegar a esa meta que un día nos fijamos y de que nos olvidemos de que el camino en sí es la gran oportunidad que se nos ha dado. Y que si el fin nos impide disfrutarlo, es que el fin hace tiempo que ha empezado.

Por eso hoy he decidido colgar la toga y descolgar las máscaras de tragedia y comedia (del teatro griego, no os asustéis), y la cámara, la pértiga y el foco del séptimo arte, y los lápices de colores de poeta, y la máquina de escribir (nada que ver con el triste teclado) de novelista antiguo y el metrónomo y la escuadra de dramaturgo y...



- Despierte Vd. haga el favor -la voz suena familiar, poderosa y cercana, por más que no sepa identificar cuál es su origen-. Al Tribunal le gustaría conocer las razones que sustentarían la pretensión de su cliente. ¿Podemos escuchar, pues, su alegato, o hemos de seguir esperando a que regrese Vd. de allá donde se encuentre?

Agito la cabeza, aún aturdido, mientras apresuro azorado una explicación:

-Disculpe Sr. Presidente; no sé qué me ha pasado... Tal vez que ayer acabara otra vista en la Sección Cuarta a las once de la noche y después de casi ocho horas ininterrumpidas. De verdad que lo lamento. En compensación, y para tranquilidad del Tribunal, seré breve: Para solicitar una sentencia absolutoria para mi patrocinado con todos los pronunciamientos favorables...

Definitivamente hoy no es aún el día. Tal vez mañana