lunes, 23 de junio de 2014

DE VICTORIAS Y DERROTAS

La victoria y la derrota valen nada cuando se olvida que, un minuto antes de acabar, ninguno somos dueños más que de nuestras esperanzas y nuestra actitud ante ellas. Los hay que buscan en los arcones del azar las causas para su desconsuelo. Y quienes por el contrario sólo ven con la lupa gigante del entusiasmo recién recompensado y creen que todo lo alcanzado es gracias únicamente a su esfuerzo o al de su equipo.

Difícil no sentirse así, aunque sea sólo un momento. Ése en el que decenas de personas a tu alrededor -personas que podrías ser tú, o tu hermano, o tu hijo-, encuentran la alegría o el abatimiento que produce este deporte tan impredecible como intenso.

Hace ahora un mes, como madridista, viví en Lisboa la emoción y la inmensa alegría de "La Décima". Aunque la mayoría de los que me rodeaban eran también seguidores del Madrid, había también algún/alguna atlético/atlética. Nada más marcar Ramos el gol del empate, exploté de alegría, sí, y me abracé a unos y otras, como si nos conociéramos de siempre, como si aquel momento tan anhelado nos convirtiera para siempre en camaradas. Pero tras el júbilo inicial, miré a la aficionada atlética que tenía enfrente e intenté consolarla, animarla. Sabía cómo se sentía: todos los que amamos este deporte y vibramos con un equipo, lo sabemos. Y sabía que ese sentimiento que ella experimentaba, lo que debían estar viviendo la mayoría de seguidores del Atlético en ese momento, era muy muy parecido al que veníamos experimentando los madridistas hasta un minuto antes, justo hasta que Ramos se alzó sobre la defensa adversaria y cabeceó inapelable hasta el fondo de la red.

Comprendí en definitiva que en aquel instante, tan distinto para ella y para mí, éramos sin embargo más iguales que nunca. Y por eso su tristeza, envés puro de mi alegría, no me era indiferente. No podía serlo. Y con la de ella, la de todos los atléticos, amigos o no, conocidos o desconocidos...

Disfruté enormemente cada segundo que pasó a continuación. El segundo gol de Bale y el tercero de Marcelo. El penalti y la exhibición de abdomen de Ronaldo -por más que su competitividad y esfuerzo se lo pudieran merecer- sinceramente me sobraron. Después, durante algunas horas, siguió la fiesta en Lisboa y la incontenible euforia de lo vivido. Pero en mi corazón y en mi memoria, persistió la imagen del abatimiento de aquella aficionada; recordándome que la victoria y la derrota que cuentan son las que aprendemos, las que nos ayudan a ser mejores, las que nos permiten entender que en este deporte, como en todo, lo importante es no perder de vista la pelota; y seguir teniendo ganas de jugarla.

Hace cinco días, como español, tuve que aplicarme esa misma máxima tras la prematura eliminación de la selección en el Mundial de Brasil. Para entonces ya tenía casi ultimada esta entrada; pero el dios de las letras jugaba conmigo a que no me diera cuenta de que no podía publicarla todavía. O simplemente quería darme la oportunidad de que el círculo se cerrara y los ojos de aquella aficionada fueran efectivamente los míos.

Así que, ahora sí: sigamos teniendo esperanza y actitud, en la victoria y en la derrota. Porque es sólo un juego, desde luego, pero a todos, alguna vez, la vida nos pone a correr detrás de una pelota; así que mejor tener claro que lo importante es querer jugarla y hacerlo del modo más hermoso posible.

Madrid, 23 de junio de 2014

1 comentario:

  1. Tienes razón amigo. El éxito y el fracaso son provisionales; la actitud, depende de nosotros, puede ser permanente y en la actitud adecuada encontraremos la ecuanimidad y por ende reflexivas victorias y estimulantes derrotas, SIC TRANSIT GLORIAE MUNDI

    ResponderEliminar