Y cuatro. Y
diecisiete.
Somos un canario y un catalán y un madrileño y un burgalés.
Ellos marcaron
ayer, sí, para asombrar al mundo; para escribir lo que nadie antes había
escrito. Y con ellos, marcamos todos. Pero también somos cada uno de los demás
que lo hicieron posible. Los que dieron los pases y dibujaron nuestra memoria para
siempre; los que hicieron las paradas que cuando niños ya soñamos; los que
defendieron impecables, limpios, como sólo los que aman lo que tienen saben hacer,
y los que corrieron sin balón diciendo “aquí me tenéis”, “yo también juego con
ellos”, “yo también soy ellos”.
Somos los que no se rindieron nunca, los que sufrieron las críticas -¿quién puede no hacerlo realmente?- y aceptaron que sólo desde la inmensa humildad de lo grande iban a poder acallarlas. Somos los que se abrazaron conscientes de que todos eran nosotros, de que todos éramos ellos. Somos senyeras y cruces de la Victoria sobre fondo azul. somos ikurriñas y banderas inventadas pero ciertas. Porque, sí, somos todo lo que queramos ser. Y somos un inmenso rojo y gualda y un hermoso escudo con dos columnas marcando que siempre se puede llegar más lejos, si nos lo proponemos.
Somos Goya y Velázquez, Manolete y el botafumeiro, el Teide y Formentor, Pizarro y Bailén, Picasso y Dalí, El Escorial y los últimos de Filipinas. Somos tres velas al viento rompiendo el Atlántico hacia el ocaso, donde nadie se atrevía a ir. Somos guerra y posguerra a dos velas y mucho estómago -vacío- con que aguantarlas. Somos paro y emigración, dolor del exilio, soledad y añoranza, pero siempre mirando al frente, como los que nos trajeron.
Y somos arrojo y pelea, limpia como la mañana o turbia entre el fango cuando toca, en las trincheras de Holanda o ante los holandeses en Sudáfrica. Somos, simplemente, padres y madres y hermanos. Y, sobre todo, somos hijos; de todos los que lucharon por hacernos hoy lo mejor de lo que fuimos.
Por eso, por recordarnos sencillos todo lo que somos, gracias a los once, a los cuatro, a las diecisiete, a los millones que hoy brillamos en el cielo en pleno día. Gracias por ser lo que somos.
Madrid, 2 de julio de 2012
quien niegue lo que somos es pero que un burro con orejeras, porque ni sabe quien se las ha puesto...
ResponderEliminarabrazo
Por eso en Barcelona prohibieron las pantallas en la calle. Porque lo que ha pasado el domingo TODO el MUNDO LO HA ENTENDIDO, sin necesidad de ser catedrático de teoría política: que la unión hace la fuerza, y que trabajando en equipo sin que nadie se sienta superior es como se consiguen las cosas...es decir...las antípiodas de quien todos sabemos
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ResponderEliminar¡Bien por tí Aulio!por esta entrada y ¡bien por el último comentario!
ResponderEliminarNunca me ha gustado ni interesado el fútbol pero eso nada tiene que ver con que observe el efecto que produce en la gente, mayores,jóvenes y niños, asturianos, madrileños o canarios.
Aparte de la falta que nos hace a todos un poco de alegría y un poco de sentimiento de unidad en la lucha, me parece realmente importante que, a través del fútbol y de estos inccreíbles deportistas, llevar una bandera española empiece a ser algo tan natural como en otros países (te dejo a tí Aulio la descripción de ese significado, que lo harás mucho mejor) y que no se mantenga unido a una ideología política en exclusiva.
Cuando al acabar el partido vi la primera bandera catalana sentí inquietud y preocupación , cuando después vi la asturiana y alguna otra, me sentí feliz por la normalización que esto implica, por la posibilidad de seguir juntos siendo diferentes, por la constancia de que podemos perseguir entre todos un obejtivo común sin obsesionarnos con esas diferencias.
Aunque claro, para conseguirlo totalmente habría que cargarse (en sentido no literal) a unos cuántos impresentables.