domingo, 29 de abril de 2018

De fachas, rojos y otros vecinos


Jamás objetaré que le pongan el nombre de una calle a un actor o actriz. Tal vez sea porque de vez en cuando me subo a un escenario y asumo la piel de otro. Y eso me hace sentirme mucho más cerca de los demás que cuando no lo hago. Y me hace bien. Por eso puede que la noticia de la degradación a mero “facha” del almirante Cervera (héroe triste de la Guerra de Cuba) me haya cabreado, pero menos que si el nuevo titular de la placa callejera hubiera sido, pongamos el caso, el padrecito Stalin, con quien -creo- sí que no comparto ámbito identitario alguno.

Que conste que el personaje Rubianes, a veces, me parecía patético. Debe de ser porque eso de insultar en colectivo y desde lejos nunca lo he entendido. Si no queda más remedio que expulsar bilis, prefiero la distancia corta, que es la adecuada para las pasiones en general. Pero más allá de esa puntual divergencia, que le pongan el nombre de una calle de mi querida Barcelona al actor Rubianes me ofende tanto como que le pongan mi nombre al perro del vecino del sexto. Porque con ambos (perro y vecino) comparto un radical anticorporativismo y una sustancial empatía como ciudadanos de este planeta. Así que llamarnos igual, mientras nos podamos distinguir entre nosotros, me resultaría hasta gracioso (principalmente en su tercera acepción, “que se da gratuitamente”, pues así me entregaron nombre y apellidos mis padres).

E igualmente debe de ser por esa extraña manía mía de identificarme más con las muchas cosas que se pueden apreciar que con las que rechazo, que no acabo de entender por qué es necesario, para que Pepe Rubianes luzca en el callejero barcelonés, descabalgar del mismo al Almirante Cervera. Y menos aún si se quiere justificar en que era un “facha”. Pues, al margen de que esa condición ni siquiera pudiera predicarse de nadie fallecido en 1909, mucho antes del advenimiento del fascismo, y de que nadie me haya demostrado que Cervera no fuera un liberal de libro, sigo sin comprender que eso baste para cambiar un cromo por otro. Porque, cuando vuelvan a regir el Ayuntamiento de Barcelona los adversarios políticos de la vigente mayoría que allí gobierna, ¿estará justificado que le quiten la calle a Rubianes por ser “rojo”? ¿Es que esa condición, si acaso la tuviera, le impide ser recordado como actor desde algunas de las esquinas de la ciudad?

Debe de ser porque soy raro, sin duda, y me gusta pensar que pertenezco a un clan más amplio que la tribu en que me tocó nacer; un clan que valora al actor Rubianes y al marino Cervera al margen de sus ideas políticas e incluso de sus defectos personales; un clan que acepta al otro porque cada uno de sus miembros somos otro para los demás; un clan que dejó la caverna y salió a comprobar cómo eran las cosas, sin fiarse de las sombras proyectadas en la pared...

Jandía, Fuerteventura, 29 de abril de 2018


domingo, 15 de abril de 2018

ROTO


ROTO


El silencio ya se ha roto para siempre,
para todos los días que quedaban,
para todos los besos prometidos,
por cada uno de los dos que aún se amaban.

Hoy la duda se ha quebrado en rama seca
y la luz que asomaba yace inepta
en la oscuridad total de este naufragio
con que el silencio se ha roto para siempre.


Madrid, 26 de abril de 2014



Moonstone Beach, Cambria, California - Agosto de 2017