viernes, 20 de abril de 2012

La última frontera


Puse pie a tierra con la primera luz del día. A mi espalda, sobre la línea del horizonte, la claridad comenzaba a contornear el perfil de mi barco, fondeado a escasos doscientos metros. De no ser febrero, los hubiera cubierto a nado, pero por muy mediterráneas que fueran aquellas aguas, la estación y la hora las hacían desde luego poco apetecibles.

Dejé la lancha sobre la arena, próxima a una gran roca a la que la amarré convenientemente, pues no sabía cuánto tardaría en regresar y todavía quedaban un par de horas para la pleamar. Y me adentré en aquella tierra ignota, sin saber bien qué buscaba.

Tras la primera línea de dunas, el paisaje se abría y pude contemplar una vasta extensión cubierta de matorral y algún árbol aislado. Pero ningún rastro humano. El sol, aunque bajo aún, se había desplegado por completo y la humedad del alba, apenas templada por sus incipientes rayos, se calaba hasta los huesos. Me arrebujé con mi capa, encajando la cabeza entre los hombros. Y seguí caminando, a Poniente, en busca de alguien a quien preguntar dónde me hallaba, pues, desde que la había avistado y comprobado que no aparecía en mis cartas náuticas, aquella tierra se me presentaba como un gran desafío, un lugar que descubrir y ganar para mi patria, un destino marcado por siglos en el imaginario de todos los marinos, la respuesta a tántas preguntas olvidadas, la pura esencia del mito, la última frontera…

domingo, 15 de abril de 2012

La puerta a Poniente


Alguien dijo alguna vez que las cosas que no suceden hoy, no suceden nunca. Es el viejo "No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy", aunque un poco más metafísico, supongo. Lo cierto es que, cuando menos te lo esperas, la vida te abre una puerta que ni siquiera sabías que existía y ya nada tiene más sentido que traspasar ese umbral y lanzarte a un camino que, por más incierto que pueda parecer, es sin duda el único que merece la pena.

Ayer, entre mojitos y tequilas -que, como es sabido, suelen ayudar bastante a que estas cosas ocurran-, esa puerta se abrió. Y, tímidamente al principio y con fuerza arrolladora después, una intensa brisa comenzó a brotar de ella y me trajo el mar y el Verano, el olor a hierba fresca y el cielo infinito, la calle azotada por la lluvia de Otoño y la noche mágica de Madrid, o Barcelona, o Atenas, o Nueva York... La puerta me habló de poetas y Bogarts, de viejos rockeros durmiendo la mona y de tallas de marfil ocultas en arcones oxidados esperando ser halladas. A través de la puerta vi batallas y dragones, brujas y princesas, afroditas del deseo y lancelotes audaces... Y en la puerta había otros que, como yo, inspiraban profundamente sin saber si cruzarla. Y por eso, en ese mismo momento, entendí que tenía que empezar este blog, que ni las crisis ni los sinsabores cotidianos tienen poder alguno frente a quien está dispuesto a compartir una buena historia y que desde las cavernas fuimos siempre ojos abiertos queriendo saber más y sabiendo que para eso lo mejor es aprender juntos, escuchar juntos, navegar juntos.

Sigo sin saber exactamente qué me espera tras esa puerta y sé a ciencia cierta que los riesgos a este lado serían infinitamente menores. Pero sólo atravesándola encontraré los libros que leía de niño y los que aún no se han escrito, sentiré el gregal en la cara mientras despliego las velas rumbo a Poniente y oiré el canto de las sirenas al acercarme a su isla, amarrado al mástil de mi barco junto al viejo Ulises.